Hace ya más de tres años (2018) que hice mi mejor marca en una maratón: 3:03:55. Me parecía imposible mejorarla. Conseguí ese resultado estando en plena forma y haciendo una carrera de 10. Además, cada año voy envejeciendo, con todo lo que eso implica.
Y, aun así, este 2021 el cuerpo me pide marcha y decido lanzarme a la piscina e ir a por el santo grial de la maratón: el sub 3h. Estoy en un buen estado de forma, aunque el resultado de la Mitja Marató de Barcelona —que corrí como test— no invita al optimismo: hice un tiempo de 1:26:59, cuando debería haber logrado 1:25:00 para poder afrontar el bajar de 3 horas en la maratón con ciertas garantias.
La semana anterior a la Marató hago una descarga de carbohidratos de lunes a miércoles. De jueves a sábado, hago una carga; la idea es ir con las reservas a tope. También evito el café a lo largo de toda la semana, para aumentar el efecto de los geles con cafeína durante la carrera.
Llega el día D.
5:45: Suena el despertador.
6:00: Desayuno tres buenas rodajas de pà de pagès bien untadas en Nutella, y un café con leche.
07:00: Antes de salir de casa, me tomo un batido isotónico más una pastilla de sales.
07:40: Llego a avenida María Cristina, donde he quedado con un amigo. Hace mucho frío y mi amigo llega tarde, así que decido acercarme al pabellón habilitado como guardarropía para prepararme allí mientras él llega.
08:00: Mi amigo llega al fin. Dejamos las mochilas y nos separamos, deseándonos suerte. Me dirijo al cajón de salida. Esta vez me toca con los top: primer cajón, dorsal amarillo. Estoy rodeado de máquinas de correr. No me da tiempo a hacer ninguna carrerita de calentamiento, así que me conformo con pequeños ejercicios dinámicos mientras espero a que den la salida.
08:30: Tomo el primer gel. La organización nos tiene una sorpresa preparada: una soprano y un cantante entonan en directo el clásico “Barcelona” de Freddy Mercury y Montserrat Caballé. Gallina de piel. Finaliza la canción y ¡salida!
Km 1: Carrer de Sants. Veo a un chico en el suelo, llorando desconsoladamente. Debe haberse roto nada más salir. Deja mal cuerpo.
Km 2: Tengo las liebres de sub 3h a pocos metros, pero no me engancho y dejo que se adelanten; me agobia ir en la grupeta. Prefiero ir más suelto y con más aire.
Km 3: Camp Nou. Realmente la Marató es como el Bus Turístic en versión running. Y no me parece mal.
Km 5: Avenida Sarrià. Me siento bien, sigo a cierta distancia de las liebres, sin problema.
Km 7: Carrer Tarragona. Tomo un gel. A este ritmo (4:15) sorber el gel o beber agua te deja sin aire durante varios metros.
Km 8: Centre Comercial Arenas. Ambiente espectacular. Hay más gente que otros años, o así me lo parece.
Km 9: Gran Vía. Sigo con las liebres a tiro. ¡Muy Bien!
Km 10: Passeig de Gràcia. ¿Ese de delante es David (blogmaldito)? Ostras, ¡es él! Lo saludo y charlamos un par de minutos. Me alegra verlo y poder hablar. Que lleve 10 km y esté a la par que él —que está en otro nivel— me hace ver que estoy corriendo como nunca. ¡Y encima me siento fresco! Esto pinta bien (o me estoy flipando mucho).
Km 12: Carrer Mallorca. De nuevo cuesta beber agua y tragar el gel. Pero nada grave. Síndrome del impostor del running: rodeado de tipos que corren mucho, me siento fuera de lugar. Pero estoy fresco, bien. Qué sensación más satisfactoria. Al final me voy a creer que tengo opciones.
Km 13: Sagrada Familia. Es espectacular ver como aparece, de repente, a tu izquierda, majestuosa. Hay mucha gente animando.
Km 15: Tomamos la avenida Meridiana. Poco a poco se desvanece la frescura, pero aún voy bien. Para sobrellevar este tramo es imprescindible mucha concentración. Tomo otro gel. Debido a unas obras, se estrecha la calzada y hay momentos de estrés, no cabemos todos.
Km 17: Carrer Fabra i Puig. Sigue haciendo frío y aquí estamos expuestos a las inclemencias del tiempo. La Meridiana se hace larga. Veo a Jordi (alias Ruzaken) entre el público, y eso siempre anima 😉
Km 18: Media vuelta. ¡Qué lejos llega este tramo! Casi nos salimos de Barcelona. Nada más girar, me topo con una dura subida que no recordaba.
Km 20: La cosa se complica, pero sigo a ritmo de sub 3h, con las liebres a tiro. Hubiera firmado esta situación antes de salir. ¿Realmente lo conseguiré? No me puedo creer que lleve 20 km a 4:15. Sigo con síndrome del impostor.
Km 21: Llego al ecuador de la carrera en 1:28:57. No se que pasará a final, pero ya tengo en el bolsillo la media maratón a ritmo de sub 3h, eso no me lo quita nadie. Empieza costar dar zancadas y seguir el ritmo, pero continúo en la brecha. Bajar la Meridiana es más fácil que subirla. Hay mucho ambiente y eso ayuda.
Km 23: Carrer Bac de Roda. Tomo otro gel. Ahora viene una bajada que permite tomarme un respiro y recuperar un poco de aire. ¡Vamos!
Km 24: Gran vía/Rambla Prim. De repente, noto un pinchazo agudo en el gemelo izquierdo. ¿Y este dolor? ¿De dónde viene? ¡Hace años que no tengo este tipo de dolores! Lejos de desaparecer, se intensifica poco a poco. Preocupante.
Km 25: Rambla Prim. El dolor ha llegado para quedarse. Temo que en cualquier momento me rompa y vaya al suelo. ¿Paro? ¿Camino? ¿Rebajo el ritmo y dejo ir a las liebres y el sub 3h? Las dudas me consumen.
Km 26: Avenida Diagonal. Decido intentar cambiar mis zancadas para minimizar el impacto, y beber todo el Powerade que pueda, a ver si los electrolitos hacen milagros (¡a qué chorradas que se aferra uno, madre mía!). Parece que estoy haciendo marcha en lugar de correr, pero el dolor afloja un poco. El problema es que gasto más energía al hacer estos movimientos.
Km 28: Torre Agbar: Se suele apuntar a la avenida Meridiana como el “ogro” de la carrera, pero la Diagonal es mucho peor: cuando la enfilas ya llevas muchos kilómetros encima y se hace muy larga y empinada. Aquí, si entras fresco sales tocado, y si entras tocado sales hecho trizas. El dolor persiste, ahora menos punzante aunque sé que en cualquier momento puede volver y sacarme de la carrera. Tengo que ir con cuidado. La familia me espera en este punto, pero no los veo. Me ven sufriendo. Las liebres se alejan, pero todavía las tengo a la vista. Tocará sufrir hasta el final.
Km 30: Avenida Diagonal/Fòrum. Penúltimo gel. Cada trago de agua supone quedarme sin aliento durante una buena cantidad de metros, pero no puedo hacer otra cosa si no quiero que se me escape el crono. Por fin se acaba la maldita Diagonal. Según el Garmin, calibrado con la distancia oficial, estoy aun a sub 3h. Ni en sueños habría esperado tener el sub 3 a tiro en el km 30. ¡Vamos!
Km 32: Diagonal Mar. Mis pensamientos oscilan entre que queda poco y queda un mundo. Solo son 10 kilómetros, pero estamos casi en el Fòrum y tenemos que ir hasta Montjuïc (dando bastante vuelta, además). Sigo en carrera. Las liebres corren a 200 o 300 metros de mí, no las he perdido aunque ya no las tengo cerca. El dolor persiste. En la lejanía diviso las banderolas de un puesto de la Cruz Roja. Es mi salvación. Aguanto unos centenares de metros con la esperanza aliviar los pinchazos con una rociada de Reflex. Pero es un espejismo: cuando llego al lugar, me encuentro a una familia de suizos animando a los suyos con su bandera nacional 🙁
Km 33: Vila Olímpica. Este tramo es mortal: expuesto al aire y algo desangelado. Noto como las fuerzas me abandonan poco a poco. No ayuda al ánimo el haber perdido de vista a las liebres. Queda mucho por sufrir.
Km 34: Carrer Marina. Último gel. Siempre he sufrido mucho en este tramo, pero siento que aún me queda alguna reserva de fuerzas. El Garmin me avisa de que por primera vez en la carrera estoy por encima de las 3h. Aprieto, aprieto, aprieto. Lo tengo a tocar, pero duele y eso me preocupa. Aprieto, aprieto, aprieto.
Km 35: Ciutadella/Arc Triomf: El ambientazo da ánimos. Ya voy con la reserva. Estoy cerca de la marca, pocos segundos por encima de las 3h. Pero cada vez voy sintiendo menos fuerzas.
Km 36: Ronda Sant Pere. Veo a la familia y eso siempre da ánimos. Intento no venirme arriba y acelerar, como me ha pasado en otras ocasiones aquí. Ronda Sant Pere pica para arriba y no es el momento de gastar el último cartucho, si es que queda alguno.
Km 37: Plaça Catalunya. Joder, cómo ha costado llegar aquí. Maldita calle Urquinaona. Seguro que he perdido algunos segundos, pero ahora toca bajada. El ambientazo da un poco de aire.
Km 37: Vía Laietana. Desde Urquinaona se ve toda la bajada de Vía Laietana, y eso anima. Sigo un poco por encima de las 3h, pero aún tengo alguna opción, así que aprieto e intento arañar algún segundo. ¡Tira, tira, tira!
Km 38: Correos. He conseguido recuperar un poco. Según el Garmin estoy bailando todo el rato entorno a las 3h. A veces por arriba, a veces por abajo. Pero se acabó lo bueno, ahora empieza lo duro de verdad. Ya no veo a las liebres, aunque me encuentro con una rezagada. Mejor no fiarse de ella, que no me den gato por liebre. Llegamos a Colón. Empieza el drama. Veo a las víctimas del sub 3h: corredores parados o cojeando en los laterales, tocándose las piernas doloridas, o simplemente caminando, cabizbajos por la impotencia de no poder seguir corriendo. Yo aún puedo correr, así que ¡vamos!
Km 39: Paral·lel. ¡Joder, qué duro! Lo intento con todas mis fuerzas, pero voy perdiendo segundos. A cuentagotas, pero los voy perdiendo. Qué duro castigo para las piernas y el alma. A ver si en Ronda Sant Pau se hace más fácil…
Km 40: Ronda Sant Pau. ¡La hostia! Resulta mucho más duro que Paral·lel. Doy todo lo que tengo, pero eso no sirve para detener la sangría de segundos. Apretar al máximo y ver que aun así no llego es demoledor. Visualizo un reloj de arena gigante del que van cayendo granos de arena poco a poco: son los segundos que estoy perdiendo. Ahora mismo mi tiempo es 3:00:11. Debería correr los últimos kilómetros a casi 4:00. No llego. Mierda.
Km 41: Carrer Sepúlveda. Unos metros llanos, pero enseguida veo cómo se empina la calle al fondo, muy al fondo. Y después de eso queda un tramo de Paral·lel. Es como una bofetada en la cara. Puto Paral·lel. Puta Sepúlveda. Puta todo. Ya no llego, pero me prometí ir a fuego hasta el final y no quiero quedarme con la sensación de haber podido hacer más. ¡A muerte con lo poco que quede! ¡A quemar todos los barcos!
Km 42: Paral·lel. Hostia. El Garmin pronostica 3h00:05. Estoy muerto, no creo que llegue, pero voy a apretar al máximo. ¡Al máximoooo! Hay un gran ambiente, pero yo solo veo cada uno de los metros que estoy quemando. El giro de Plaça Espanya es increíble, resulta imposible describirlo con palabras. De repente, te topas con la marca azul de 42km en el suelo, las torres venecianas, la avenida María Cristina vallada, la Font Màgica al fondo, en pleno funcionamiento, el MNAC observándote. Y un cielo muy azul, como la alfombra que espera tus últimas zancadas agónicas. El arco de meta parece muy cerca, pero te queda la recta más larga del mundo.
Km 42,195: Meta. Encaro avenida María Cristina. Toda la belleza del lugar se derrite como una máscara de cera al fuego ante el reclamo del arco de meta. No paro de mirar el Garmin. Poco a poco estoy arañando segundos, pero mi deficiencia cognitiva por falta de oxígeno no me permite valorar si llego o no a tiempo. ¡Deja de mirar el maldito reloj y aprieta, chaval! No puedo con mi vida. Me falta el aire. A punto de llegar a meta. ¿Lo conseguiré? Sea como sea, merecerá una celebración. Me dispongo a levantar los brazos, pero a mitad del gesto me doy cuenta que no tengo fuerzas. Desisto. Cruzo la meta y paro el reloj sin mirarlo.
Me acerco a una valla y me aferro a ella como a la vida. No puedo respirar, nunca he llegado tan mal al final de una carrera y eso que llevo unas cuantas. Al cabo de un par de minutos muy largos, consigo volver al mundo de los vivos y miro el Garmin: 3:00:02 ¡¡Mierda!! No se si reír o llorar (o hacer las dos cosas a la vez). Ni en mis mejores sueños me sentía capaz de hacer esta marca pero, por otro lado, he estado tan cerca…
Tiempo oficial: 3:00:01.
Escribiendo esta crónica, un día después, puedo decir que estoy muy satisfecho. No he conseguido bajar de 3h, pero me he demostrado que soy capaz de hacerlo —cosa que antes del domingo me parecía imposible— y eso lo cambia todo. Ahora solo espero dejar de parecer un playmobil y volver a caminar como una persona normal. Toca lamerse las heridas y recuperarse lo antes posible: en un mes llegan las 24 Horas de Ultra Fondo en Pista. Pero esa es otra historia…
🙂